domingo, 15 de junio de 2014



Hola de nuevo a tod@s. Después de un período de letargo, en el cual he estado trabajando en algunos relatos, por fin puedo traeros a éste, nuestro lugar de encuentro, un relato ganador. Me gustaría dedicároslo a tod@s los que estáis ahí y confiáis en mi, me dais vuestro apoyo y leéis, con agrado y cariño, todo lo que de una manera u otra os hago llegar, haciendo que éste sueño tenga sentido fuera de mi misma. Gracias.





LIBERTAD

  Había visto caer muchos mitos en su vida y, a pesar de tener una vida joven, había vivido mucho. Raúl, casado, con dos hijos, era un abogado, quizás no renombrado, pero sí reconocido, que tenía una carrera de lo más prometedora ante sus ojos.
  Silvia, su mujer, también abogada, guapa, elegante y con un gran don de gente era, junto a sus hijos, Lucía y Quique, lo que llenaba en aquellos momentos la vida de Raúl.
  A veces, en la soledad de su despacho, miraba las fotografías de sus hijos y pensaba cómo había sido capaz de concebir aquellos dos seres tan maravillosos.
  Su matrimonio era otra cosa. Silvia y él mantenían las apariencias aún llevando un año sin hacer el amor juntos.
  El teléfono del despacho lo sacó de sus pensamientos. Era Silvia.
    -Mañana es la fiesta de carnaval del colegio de Quique, yo no puedo ir a comprarle el disfraz, tienes que sacar hueco y encargarte tú.
    -Pero Silvia, ¿dónde voy a encontrar yo ahora un disfraz?- dijo Raúl sobresaltado.
    -No lo sé Raúl, mira en el centro comercial, yo tengo una reunión y no puedo saltármela. Tengo que colgar.
  El teléfono emitió un chasquido. Había colgado.
  Recogió a Quique del colegio y lo llevó a comer. Buscarían el disfraz juntos. Era una buena oportunidad para compartir un rato con su hijo.
  Quique era un niño introvertido y silencioso al que, por supuesto, una fiesta de disfraces le suponía un reto.
     -Quique, mira éste de pirata, es muy chulo, ¿te lo pruebas?
     -No me gusta papá, es tan típico.
  Recorrieron la tienda de una punta a otra sin encontrar ningún disfraz que consiguiera despertar el interés de Quique. Al salir, Quique se quedó mirando el escaparate. Era un disfraz de Ave del Paraíso lleno de preciosas y brillantes plumas.
  Raúl observó el brillo en los ojos de su hijo. Una tímida sonrisa asomó a la boca de Quique que, cogiendo la mano de su padre, le instó a dejar la tienda y seguir su camino.
  Durante la comida, Raúl observó a un Quique distraído y cabizbajo, con la mente en otra parte.
  Esa noche Raúl no pudo dormir. Una certeza rondaba su cabeza y la felicidad de su hijo pesaba sobre sus pensamientos.
  Quique veía la televisión sentado en el suelo. No iba a ir a la fiesta, no tenía disfraz. De pronto escuchó la puerta del salón abrirse y a su padre entrar con una gran bolsa. Era el disfraz del escaparate. Se miraron durante un instante y sobraron las palabras.
  A la mañana siguiente Raúl anuló sus citas y ayudó a vestirse con su gran disfraz a Quique, que mirándose en el espejo se sentía un ave preciosa y a punto de echar a volar. Quique tenía 10 años. Ahora sí empezaría a ser él mismo y su padre lo sabía, lo quería, estaba con él y sintió que el mundo no podía ser más maravilloso.
  Raúl sintió un torbellino de sentimientos. El amor no se puede explicar de otra manera. El amor es dejar al otro ser lo que realmente es.
  Quique sabía, a pesar de su juventud, que siempre tendría a su padre. Ahora todo sería más fácil. Una pregunta le vino a la cabeza, ¿por qué su padre lo entendía tan bien?
   Feliz sacó sus plumas a la calle y respiró profundo. Era su momento.



Este relato lo dedico a tod@s aquellas personas que, aún hoy en día, se encuentran en una situación de discriminación por su orientación sexual. No quiero hacer ningún juicio de valor, sobre éste tema ya se ha hablado mucho, pero me encantaría que, al igual que mi protagonista, hubiese muchos Quiques en el mundo, niños que se sientan apoyados y queridos por lo que son y respaldados en lo que empiezan a ser. Espero que os guste.Gracias, una vez más, por vuestro apoyo.



Relato ganador del III CONCURSO DE RELATOS CORTOS LGTB. Organizado por el Colectivo NO TE PRIVES. MURCIA , Concurso: " Me atrevo con palabras"


 

miércoles, 19 de marzo de 2014



RELATOS CON ALMA.

 

SEGUNDAS OPORTUNIDADES

A través de la ventana, Silvia veía como el sol derretía el hielo que, de forma tozuda, se agarraba al frío del ambiente.
Raúl, el chico de mantenimiento, la saludó desde el andamio, lugar desde donde se afanaba en limpiar los cristales, haciendo desaparecer todo vestigio de lluvia.
Con aire cansado, Silvia se dirigió al ordenador y se puso a trabajar sobre el informe que tenía entre manos “La pesca ilegal del Delfín”. Tenía que estar sobre la mesa de César, su jefe, esa misma tarde. Había sido muy claro al respecto:
-Silvia no hay excusa, si no te ves capacitada para terminar ese informe, lo hará otro más eficaz.
-No te preocupes César, tendrás el informe sobre tu mesa a las 5: 00.

El ruido en la escalera empezó a hacerse hueco a través del silencio. La puerta del ascensor se cerró tras un portazo. Risas y jaleos infantiles llenaron el portal. La casa estaba a oscuras. María y Tono esperaban a que Jorge abriese la puerta, mientras se escupían el uno al otro, los restos de batido de chocolate de sus respectivas pajitas.
-¡Jo papá!, ¡María me ha dado en todo el ojo y yo sólo le he tirado un poquito del pelo, es una quejica!
La mirada cansada de Jorge se posó en sus hijos y con un solo gesto los hizo callar. Los niños agacharon la cabeza con temor. Esa tarde Silvia llegaría tarde.
En la oficina todo era un caos. La celebración sería el 12 de Febrero a las 21:00 en el gran casino. Invitados excepcionales, de todos los lugares, acudirían a la presentación de una de las revistas más importantes del momento en el ámbito de la Ecología.
Silvia se afanaba, junto con Ignacio, en todos los preparativos. Invitaciones, carteles, la publicación del evento en la página web, alojamiento de los invitados, etc. No podía fallar nada, se jugaba su carrera. Esa noche llegaría tarde. Los niños dormirían y Jorge…también.
Ignacio, evitando la mirada de Silvia, la seguía por todo el pasillo. La conocía hacía 8 años. Entró a trabajar en la empresa antes que él. Sabía que era una mujer muy válida, peligrosamente válida. Mientras la seguía por el pasillo, no podía evitar mirar el pliegue de la falda en sus piernas.
- ¡Ignacio! -le asaltó Carlos en el pasillo, entrando cargado hasta las cejas de papeles- ¿tienes tiempo para un café o aún no te has cansado de mirarle el culo a Silvia?
- No puedo Carlos- contestó Ignacio- tal vez más tarde.
Silvia ignorando el comentario de Carlos, al que estaba muy acostumbrada, siguió con su tarea. Debía darse prisa. Tenía que ir al supermercado y a la tintorería al salir de la oficina. Seguro que Jorge se había olvidado de ir y los niños no tendrían cereales para el desayuno. Estaba tan cansada.
Recordaba cuando entró a trabajar en la empresa. Su excepcional currículum, impresionó al Director que le había prometido darle el puesto que se merecía en cuanto tuviese oportunidad. Habían pasado 8 años desde entonces y había visto ascender a sus compañeros varones, uno tras otro, con total impotencia. Necesitaba su trabajo. Sus hijos la necesitaban y Jorge, eterno soñador, aún esperaba el trabajo de su vida.
Jorge siempre se hacía un lío con las tortillas francesas. Nunca sabía si Silvia se las hacía de un huevo o de dos a los niños. Pensó que mejor les hacía un sándwich. Notaba que su humor iba cambiando hasta notar la rabia casi en la boca. Silvia debería estar aquí. Mientras sacaba el pan de la bolsa llamaron al timbre. Quizás fuese el pesado del tercer piso. Había venido, varias veces, a pedirle explicaciones sobre la pintura del pasillo aludiendo, una y otra vez, la mala educación de sus hijos que manchaban las paredes. Tal vez pronto le llamasen de ese periódico de Londres y podrían mudarse. Estaba deseando irse de allí y que Silvia le dedicase todo el tiempo del mundo. Sabía que Silvia se iría con él. Nunca dejaría a sus hijos. Tendría que elegir y, por supuesto, lo elegiría. El timbre de la puerta seguía sonando como si fuese un politono cada vez más alto. Era Claudia, con su olor a incienso. El olor la perseguía por todo el pasillo, trayéndole recuerdos de su vida de soltero.
-Necesito huevos, ¿tienes? - Le dijo Claudia con una mirada pícara en los ojos.
La pregunta le produjo risa y la mirada de Claudia le provocó calor…
-¿Aún no ha llegado Silvia?, te veo muy ajetreado, ¡qué mal te cuidan Jorge!

Silvia llegó a las 11:00.  Cansada y desilusionada, viendo como su trabajo, de nuevo, no sería recompensado. Su género no le hacía ningún favor, estaba segura que nunca ascendería. Nunca habría un lugar para ella en esa empresa a pesar de tener el mejor currículum.
Jorge, aún despierto, fumaba en la ventana de la cocina.
-Buenas noches cariño- le dijo amablemente -¿aún no te has acostado?
El silencio de Jorge la puso nerviosa. Conocía ese silencio.
-¿Crees que me iba a acostar y dejar que te metieras en la cama sigilosamente sin saber a la hora que llegas?
El cenicero se partió en dos sobre la mesa. La ceniza dibujó un macabro rastro sobre el mantel. Silvia esquivó su mirada enfurecida e intentó calmarlo. No quería despertar a sus hijos.
-Javier, ya sabes de donde vengo. Tenía que presentar un informe, preparar la gala para mañana. Tenía que quedarme hasta tarde, te lo dije…lo sabías… -terminó diciéndole con voz ahogada.
-¡Estoy harto de tus cosas, de tu trabajo y de que intentes ser lo que no eres! ¡Tu obligación es estar con tus hijos!
-Javier, no tienes trabajo, ¿qué quieres que haga?
Se acercó a ella con paso vacilante. Había bebido. Notó un aroma en su ropa no del todo desconocida. Olía a incienso.
-¡Es la última vez Silvia!, no estoy dispuesto a hacer de madre de tus hijos .Ya has jugado bastante a ser mujer libre e independiente, ¡te lo advierto!
Su mano se paró a mitad de camino de la cara de Silvia. La desesperación, el cansancio y un sentimiento cada vez más común, el miedo, llenó cada hueco de su pequeño cuerpo. Cada vez se sentía más pequeña.

La noche de la presentación, Silvia intentó ocultar su tristeza con su anti ojeras. Se vistió el cuerpo con un discreto vestido negro y su alma con la resignación que ocupaba sus días.
Llegó al evento en su coche.
Sola.
Se dirigió a la mesa donde esperaban sus compañeros, todos hombres, y se sentó después de un breve saludo. Estaba nerviosa.
Los ecos de la noche anterior, zumbaban en su cabeza como avispas enfadadas. Tuvo que tragarse las lágrimas. Esa noche no podía llorar. Todo fue como la seda hasta que César, su jefe, anunció el próximo ascenso y como tal una mención de honor en la empresa. Oyó como el nombre de Carlos resonaba tras el micrófono por todo el salón. Vio como, orgulloso, subía los peldaños de su ego. No podía creerlo. Se excusó para ir al baño y frente al espejo lloró lágrimas amargas de impotencia.
Cuando llegó a casa el correo la esperaba sobre la mesa de la cocina. Había una carta de Londres. Era para Jorge. Jorge no estaba y los niños estaban con su madre. Supuso que se había ido a celebrarlo. Efectivamente, le habían dado el trabajo de Londres. Mil imágenes pasaron por su cabeza. La fiesta. Carlos. Londres. Sus hijos. Tenía que tomar una decisión, veía que su vida, todo por lo que había luchado, estaba a punto de dar un cambio radical.
Esa noche se fue a la cama sola. Y pensó cómo sería su vida sin Jorge. Lejos de su violencia, de sus gritos y del miedo que cada vez anidaba más en su corazón. Jorge llegó de madrugada con olor a alcohol. Ella fingió estar dormida.

La mañana en la oficina no estaba siendo fácil. Sentía que la miraban a hurtadillas. Sentía un aire extraño en cada habitación en la que entraba. César la llamó desde el teléfono interno del despacho. Silvia se dirigió hacia allí.
-Silvia imagino que no te esperabas el ascenso de Carlos, pero no he tenido más remedio. Debía un favor y tenía que devolverlo.
¿Cómo se podía ser tan cínico? Lo miró con desprecio y salió del despacho.

No resultó fácil deshacer su vida y la de sus hijos. Deshacer sus ilusiones, pero tenía que hacerlo si quería recuperar su dignidad, su libertad y sentir que podía ser algo más que esposa y madre. La separación fue dura. Sobre todo ver en la cara de sus hijos tantos interrogantes. Decidió huir de lo que sabía se convertiría en un infierno. Hizo su maleta y dejó a sus hijos con su madre hasta que puso en orden su vida. Jorge se fue sin mirar atrás. Sus hijos, debió pensarlo mejor, serían un estorbo para su nueva vida. Todo fue muy rápido. Y decisivo. Sabía que en su empresa no tendría futuro pero era una mujer preparada y por fin, segura de sí misma. La vida le daba una segunda oportunidad.


 Ahí os dejo otro pequeño cachito de mi imaginación.
Espero que os guste.

viernes, 7 de marzo de 2014

MI HOMENAJE AL 8 DE MARZO.

  En contra de lo que yo pueda pensar sobre si celebrar el 8 de Marzo como día "oficial" de la mujer, desde aquí quiero hacer un pequeño comentario al respecto de este día, el cual, creo si merece una mención, aunque sea recordatorio.
  Y ¿por qué al principio digo en contra de lo que pienso?, porque la mujer es ya en sí un motivo, en cuanto en detrimento a su género, un motivo a tener en cuenta por su discriminación aún en muchos sectores. Por lo tanto, cualquier día es bueno para hacer un recordatorio de que eso sigue ocurriendo en el s. XXI.
  No voy a volcar todo lo que pienso personalmente sobre esta discriminación porque no terminaría nunca, pero me voy a basar en la Historia.
  Es sólo desde 1977 que el dia de la mujer es reconocido oficialmente por las Naciones Unidas, sin embargo, su historia se remonta a mitad del siglo pasado, cuando en las fábricas trabajaban mujeres malpagadas y explotadas.
  Fue el 8 de Marzo de 1857 que, por primera vez, algunas operarias de Nueva York protestaron por la mejora de sus condiciones de trabajo. El resultado de esta primera manifestación fue un ataque por parte de la policía.
  Dos años después, también en Marzo, éstas trabajadoras se reunieron formando un sindicato. En 1911, en Austria, Dinamarca, Alemania y Suiza, se pensó dedicar un día a la mujer con el intento de obtener el derecho al voto y terminar con la discriminación sexual en el trabajo.

  Todo esto sin pensar en la situación de la mujer en países como Afganistán, India, etc...

  Lentamente y a medida que la mujer ha ido cobrando fuerza en el mundo, el día de la mujer ha ido perdiendo su carácter obrero, pasando a ser una jornada de lucha por sus derechos en todos los ámbitos.
  Desgraciadamente, en muchos lugares del mundo las mujeres siguen demandando su derecho a la educación, la cultura, el trabajo o la política. 
  
  Esto no es más que mi recordatorio, como ya apuntaba antes, una humilde mención, para recordar que hoy por hoy aún seguimos distinguiéndonos por géneros y no por ser personas con necesidades tan básicas y tan comunes en ambos sexos, como el desarrollo humano y personal. Un hecho que habría que recordar, más que celebrar, cada día del calendario.