La pelota dejó de botar. A lo lejos, el sonido de los pájaros empezaba a ser estridente. Hacía frío. Se notaba la hora del crepúsculo.
La chica levantó la cara de su libro y miró hacia el parque extrañada. Dejó de oir el bullicio, los pájaros, las palabras del libro en su mente. Dejó de oir sus latidos. El niño no estaba.
Como una exhalación se levantó del banco y empezó a buscar, con la mirada enloquecida, mirando para un lado y para el otro, cualquier atisbo de que el pequeño pudiera estar en el parque.
Empezó a gritar su nombre, una y otra vez, con desesperación.
Su cabeza estaba exhausta, ¿cómo podía haberlo perdido de vista tan rápido? estaba ahí, justo delante de ella, jugando con su pelota, roja y blanca, y mirandola, de vez en cuando con su carita de angel.
Se fué hacia el columpio de hierro y al tocarlo notó que estaba caliente. ¿Qué sensación más extraña?. En ese momento supo que al niño se lo habían llevado. Empezó a notar en su garganta una sequedad angustiosa y en su cuerpo una debilidad que la estaba llevando cada vez más cerca del suelo. Se estaba desmayando.
No serían más de las 6 de la tarde. En la TV se escuchaba "La ruleta de la fortuna". El ventilador del techo giraba una y otra vez llenando la habitación, inevitablemente, de un aire cargado y demasiado caliente para refrescar lo más mínimo.
Se levantó del sofá y se dirigió a la habitación de su hijo. La música estridente la hacía maldecir aquel poco lúcido día.
- ¡ Por Dios!, ¿ es qué no puedes bajar ese ruído horrible?. No me dejas ver la TV.
-¡ Déjame en paz!,¡ siempre estás jodiendo! ¡te he dicho mil veces que no entres en mi habitación sin avisar! ¡ vete de aquí!.Arrastrando sus cansados pies, volvió al salón. ¿Sería un castigo divino aquella vejez que le tocaría vivir?. Sí, definitivamente, era un castigo divino.
El sueño la arrastraba como cada tarde, mientras veía su programa favorito. Se dejaba llevar como si fuese un salvavidas en mitad del océano. Prefería no pensar.
De pronto, un dolor intenso, agudo, la despertó. Su aire escapaba de su garganta junto con un líquido caliente y carmesí. Su sangre se derramaba a borbotones como suaves cascadas de agua. Se derramaba por su pecho, por sus rodillas y poco a poco sintió de nuevo sueño. Sólo alcanzó a ver el resplandor frio del cuchillo. Y pensó. Pensó en pájaros, en niños, en columpios, en un niño...con mirada de ángel. Y se durmió.
Pronto llegarían sus amigos. Había que darse prisa. Recogerlo todo. ¡Vaya espectáculo se encontrarían si no!. Cerca de allí, en su habitación, junto con libros que nunca leyó, una pelota blanca y roja descansaba sobre la estantería. ¿Por qué le tendría tanto cariño a aquél maldito objeto?, sólo era un regalo de la vieja. Recordaba un llanto, una carrera, y una pelota olvidada...
Demasiados recuerdos sin respuesta.¡Vaya mierda!. Mejor sería limpiar todo. Y salió dando un portazo.
Guau, sin palabras
ResponderEliminar¿Como escribes estas cosas?, si tu eres una cagona.
ResponderEliminar¡¡¡¡Qué yu-yuuuuuuuu!!!!
Todo lo que nos hace diferentes nos hace a la vez especiales, y siempre hay formas de aprovechar esos dones.
ResponderEliminarEmoción e imaginación... eso creo que son tus dones
Si tienes vocación para escribir, debe de haber en ti sapiencia, arte y fantasia; saber la música de las palabras, el arte de la sencillez y la magia de AMAR a tu lector
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